#Cuéntalo

Llevo meses pensando en si publicar o no este blog. En si exponer al mundo mi situación. Mi situación que es la de muchos otros padres en este país y por eso creo que veo necesario contarlo.

El día que yo me separé, ya sabía que saldría ganando en algunos aspectos, pero que perdería en muchísimos otros y sobre todo que perdería lo más importante: mi hija. Aquel día que dije basta, no aguanto más tus caprichos, no aguanto tu manera de hacerme de menos, no puedo con tus reproches absurdos, no quiero volver a vivir ese estrés de: si hoy no hacemos lo que quieres, vas a estar cuatro semanas reprochándomelo con tu actitud pasivo agresiva.  Ese día su respuesta fue: te vas a cagar. Estamos en España (y fueron sus palabras textuales, pena de no haber tenido grabadora).
Esto puede sonar absurdo. Pero visto con el tiempo lo entendí.

Pasadas unas horas y con ella ya en casa de un familiar, yo intenté analizar todo con frialdad. Pero me fue imposible. El portero de mi casa sonó y ojalá nunca hubiera contestado: "¡Abra, policía nacional!", me gritaron desde el otro lado. Yo había estado llorando todo ese tiempo. Sabía que mi vida no iba ser la misma, pero jamás imaginé el calvario que me estaba por llegar. En calzoncillos, intenté buscar la primera camisa que encontré y un pantalón para poder atenderles decentemente. "su documentación, ¿Es usted X X X", tras afirmarles, me respondieron "su pareja le ha denunciado por malos  tratos". Yo sólo acerté a decir: "mi ex pareja, justo hoy lo hemos dejado".Para dejar claro que la relación había acabado y mis palabras junto a mi estado físico delataron que no estaban delante de un maltratador.
No podía creérmelo. ¿Malos tratos? ¿Cuándo la había maltratado? ¿Cómo podía decir algo así? Ellos vieron mi cara de asombro y me dijeron que debía acompañarles. Yo, en mi ingenuidad, pensé que se trataba de un simple protocolo: iré a testificar lo que pasó (una discusión que, además empezó ella en varias ocasiones, hasta que solté el: esto se ha acabado yo no aguanto más) y me volveré a casa. "Esperese, que quiero ver si mi canario tienen comida y agua", le dije al comisario que se quedo perplejo de ver que mi primera preocupación era que mi mascota no pasara hambre o sed. Agarré la primera sudadera que encontré y me metí mi cartera en el bolsillo, mientras observaba el encerrado canto que venía de mi salón.
Cuando cerré la puerta, me dijeron: "cierre con llave". A lo que yo ya empecé a ver que no iba a ser una simple testificación. "Usted se ha portado bien y como no ha opuesto resistencia y viendo su caso (recalco con un tono de voz diferente), no vamos a esposarle, no queremos que tenga que pasar por ese mal trago". Ahí si que empecé a tener miedo. Bajamos en el ascensor  y salí del edificio con un comisario delante  y otro detrás, con todo mi vecindario alrededor de las zonas comunes viendo la escena. Sólo oí murmullos, porque no me atrevía a levantar la mirada (me sentí avergonzado de verme en una situación así). Me sentaron en la parte de atrás del vehículo y me llevaron a comisaria.
Camino de ella me preguntaron mi situación personal, que si ambos trabajábamos. Yo le comenté que yo tenía un trabajo fijo y ella llevaba desempleada desde antes de conocerla y que jamás había hecho lo más mínimo por cambiar esa situación. A lo que su respuesta fue: "sentimos decirle esto pero no eres el primero que pasa por esta situación. Tu pareja te ha denunciado para conseguir una orden de alejamiento y con ello una pensión y una vivienda gratuita." En ese momento miré a la calle y vi pasar a la gente, despreocupada, yendo a sus quehaceres, LIBRES. Nadie valora lo que tiene hasta que lo pierde. "Te ha denunciado para conseguir una pensión y una vivienda", resonaba en mi cabeza. Sólo podía pensar en lo ruin que era hacerle eso a una persona que ha sido tu pareja, que es el padre de tus hijos, la persona con la que decidiste crear un proyecto de vida.
Cuando llegas a comisaría te llevan a los sótanos donde todo huele a humedad. Te miden, te toman huellas, te preguntan si tienes abogado, te leen tus derechos. Tras hacer la llamada de rigor para informar de lo ocurrido a un familiar, uno de los comisarios me dijo: "se te ve buena persona. Si hubieras querido te hubiéramos dejado el móvil para informar a alguién más si lo necesitabas." Dicho esto se me despojó de todos mis enseres personales, se me hizo quitarme los cordones de zapatillas y pantalón y me metieron para los calabozos. "Hoy tenemos una chusma aquí metida, así que a ti te daré otra celda" me dijo. Al menos estaba siendo bien tratado. Me indicó donde estaban las colchonetas y mantas para que cogiera una. El dormitorio donde se almacenaban apestaba a sudor, pis y humedad. Así que cogí la primera manta y colchoneta que vi y me fui a mi celda. Allí, desprovisto de todo, tumbado encima de una fina colchoneta sobre unos fríos azulejos intenté atar cabos:
Hacía unos meses habíamos discutido y ya le había dicho que era mejor dejarlo. Pero por no perder a mi hija le dije que se quedará e intentaremos encontrar solución. Aquello fue un total error. Semanas más tarde un familiar de ella fue denunciado por su pareja por malos tratos. Ella y su familia habían encontrado la solución. Si yo no quería casarme (algo que me pedía constantemente y a lo que me negaba porque sabía cual era la intención vista como andaba la relación) y además quería acabar con la relación, lo iba a pagar bien caro.
Fui llevado dos horas después ante mi abogado que sólo me dijo: no declares. Esperemos por si mañana tu ex quita la denuncia. Esa fue toda mi defensa. Esperar bondad de parte de una persona que no había tardado ni media hora en denunciarme para conseguir réditos y seguir viviendo del esfuerzo ajeno y no del propio. Yo no soy abogado, ni entiendo de derecho,por lo que seguí su consejo.  Estaba realmente frustrado con todo esto y era mejor que no hablará.
Tras hacer uso de mi derecho a no declarar, se me dijo que el juicio se celebraría la mañana siguiente. Por lo que yo quedé tranquilo. "Al menos no son 72 horas" pensé para mi. Intenté relajarme y pasar la noche allí lo mejor posible (incluso echar una "cabezadita"), cuando a la media hora se me volvió a sacar y se me esposó a otro detenido. Nos llevaban a otra comisaría, ya que tenían que dejar los calabozos libres para futuras detenciones (luego me enteré que en esa comisaría recibían una media de 50 denuncias diarias por malos tratos o mal llamada violencia de genero). Tras veinte minutos en la parte trasera de una furgoneta, hacinados y sin cinturón de seguridad, llegamos a otra comisaria, donde nos separaron por delitos (hurto, violencia, malos tratos). Se me asigna una celda y de nuevo me llevan al cuarto de las sabanas (aquí la comisaria no olía a humedad pero las sabanas hedían a sudor y orín) y luego me encierran en la celda. Me sacan dos veces más, para hacerme fotos y para tomarme huellas. Volví a mi celda y cuando por fin parecía que la noche iba ser tranquila, me abren la celda para que otra persona entre. Esta todo oscuro, no puedo ver nada. El tipo viene perjudicado por el alcohol, se tumba en el suelo colocando la colchoneta y con respiración entre cortada y una tos de perro se masturbó a escasos 40 centímetros de donde yo estaba. Cuando terminó, encontró placido sueño y empezó a roncar.... ¿Cómo puede estar tan tranquilo? Pensé y luego sólo pude pensar: ¿Con qué frecuencia lavaran estas sabanas? Porque igual mi cabeza reposaba sobre el semen seco de otros detenidos. 
Yo no podía pegar ojo. Sólo intentaba atar cabos para ver que se me había escapado de toda esta historia. Llegaron las 7 de la mañana  y de nuevo nos sacan de la celda, nos meten en otra a la espera de los furgones. Nos han vuelto a separar por delitos. En mi celda hay al menos 10 hombres de etnia gitana que se cuentan su historia. La mayoría volverán con la denunciada en cuanto salgan del juicio. Me esposan a mi compañero de celda, el cual no he visto en ningún momento lavar sus manos y sólo pienso que aún hay restos de semen en ellas. Una comisaria me mira de arriba a abajo con la cara de asco y repulsión más grande que jamás haya visto. "Eres escoria" parece decirme con la mirada.
En el furgón vamos aun más hacinados que la vez anterior. Nos llevan al juzgado de violencia de genero. El trayecto dura unos veinte minutos de coche con la primera luz del día. Después de 12 horas sin ver la luz, los pocos rayos que entran por el cristal me ciegan. Miro a los que me rodean, pienso en que historia habrá detrás de cada uno de ellos; si alguno realmente habrá pegado o incluso matado a su mujer o si están allí por venganza o uso instrumental de la ley como en mi caso. 

Nos encierran en una celda húmeda, con las paredes grises, sin ningún tipo de ventilación. Somos unos 10. Las horas pasan. "No te preocupes, mañana antes del juicio iré y preparemos todo" me había dicho mi abogado. Y yo, de nuevo ingenuo e inexperto, lo creí. Las horas pasaban lentas. Acababas entablando conversación con unos y otros. Los que estaban allí injustamente, algunos se rompían en llantos. Los que sabían que estaban allí por sus actos, no mostraban ningún tipo de arrepentimiento. "Ahora si me pone orden de alejamiento va saber esa puta lo que vale, porque sin mi no es nada" dijo uno mientras no paraba de dar vueltas por la celda. Yo sólo podía pensar: ¿Qué es lo que ha declarado ella? ¿De que se me acusa? En el día previo no me habían dicho nada: esta usted detenido por violencia de genero. Así sin más, sin pruebas, con la sola palabra de ella a mi se me privaba de mi libertad y se me sacaba de mi domicilio sin mediar palabra. ¿Imaginan lo mismo en casos de hurto, de asesinato? Hay asesinos y ladrones que siguen en la calle porque sin pruebas incriminatorias, no se les puede detener. En la ley de violencia de genero esa presunción de inocencia se elimina. Eres presunto culpable por ser el hombre. 
¿Cuantas veces has roto la orden de alejamiento? Me pregunta mi antiguo compañero de celda. Yo le miró contrariado, intentó que no se me note el asco que me da esa pregunta y le digo que jamás, que yo rompí con ella ayer y me denunció. "Entonces tu sales libre" me dijo sin más.....
Las horas pasan y pasan. Nadie te quiere decir que hora es. El agobio hace presa de ti. "Si no se celebra tu juicio hoy, te vuelven a llevar al calabozo", me dijo uno de ellos con varias denuncias a sus espaldas. Yo sólo puedo pensar en que si no se celebra el juicio hoy no voy a poder acudir a mi trabajo. "Me van a echar" es lo que mi cabeza barrunta. Mi abogado tampoco hace acto de presencia y empiezo a hacer conjeturas: "igual mi familiar y mi abogado están pactando una salida a esto con ella y su abogado." "Igual está esperando a última hora para quitar la denuncia y lo está haciendo para darme una lección: tu querías dejarme y ahora ves las consecuencias que eso trae por no seguir manteniendo esta relación tóxica".
Llega la hora del almuerzo (un pan industrial que ni echaría a los patos y un embutido revenido, pero que tras 24 horas sin comer me saben a gloria) y mi antiguo compañero de celda me dice: "siempre llaman a uno a la hora de comer, es su manera de minar tu moral". Acto seguido, con el bocadillo aún en la garganta dicen mi nombre. Imagino que me llevan ante mi abogado para preparar todo, pero no es así. Me esposan y me suben escaleras arriba. Yo no entiendo nada ¿Dónde me llevan? Al abrirse las puertas veo a toda mi familia política sentada en unos bancos y al lado el carro con mi pequeña. Sólo deseo que ella no me vea. Un familiar de ella, me mira fijamente con cara de: "eres un cabrón, como le hiciste eso". Y no sé hasta que punto el entorno de ella está detrás de todo esto. Acto seguido veo a la única persona que yo he llamado y me derrumbo. No quería que me viera así y en ese momento veo a mi abogado que me  dice que ella ha declarado que la he maltratado pero que no hay parte de lesiones. Tú di lo que me dijiste ayer, que tuvisteis una discusión. Yo pienso: "si es lo que pasó, además empezó ella y debería contarlo". Así que entro a la sala y me siento. "¿Sabe usted porqué esta aquí señor?" Yo llevo casi 24 horas encerrado contra mi voluntad y espeto un: "no,eso me gustaría saber a mi", con tono malhumorado. Intento recomponerme y le digo que nadie me ha explicado de que se me acusa.
Tras oírlo todo, niego que yo haya hecho tales cosas y que fue una discusión sin más (no pude decir ni que ella fue la que buscó discutir a voz en grito para que nos oyeran los vecinos y que yo rehuí la discusión en varias ocasiones, de que no era la primera discusión que teníamos debido a su mal carácter caprichoso, ni mucho menos relatarle las muchas veces que usaba su pasividad agresiva para maltratarme psicológicamente con frases como:"tienes suerte que saliera contigo, si no te hubieras quedado sólo", "¿quién iba a querer estar contigo? no digas tonterías"). 
¿Qué se puede hacer en un caso como el mío? ¿Tragar toda la vida con esa situación? ¿Vivir asustado en tu propia casa? ¿Dejar que esa persona mine tu autoestima día tras día?

Por suerte todo acaba con mi absolución. O eso pensé.........


Los días posteriores son horribles. Sólo quieres llorar, no atreves a levantar la mirada ante la gente, los vecinos callan cuando te acercas. Pero lo más duro  es que tu casa esta vacía. Te despiertas por la mañana y no oyes su sonrisa; vas a trabajar y te falta su beso de despedida. Echas de menos hasta cambiarle el pañal (algo de lo que yo me encargaba normalmente).
Son días en los que siento que pagué un precio demasiado alto por mi libertad. No está ella para reprocharme cada pequeña cosa, no me agobia con sus caprichos de niña malcriada, pero a cambio he perdido a mi hija.

La historia no acabó ahí. Durante los meses que siguieron sufrí ataques verbales en público por su parte (especialmente el día que supo que había pedido la custodia compartida u otra ocasión donde casi destroza la puerta de mi coche de un portazo), un intento de huir del país con mi hija para chantajearme con que la dejara volver a casa (no había pasado mas que un par de días de la denuncia donde declaró sentir miedo de mi (para poder pedir orden de alejamiento y así lograr ser tratada como maltratada y recibir la vivienda. Al no conseguirlo, lo mejor era volver conmigo. La mayoría de personas con las que compartí calabozo lo hubieran aceptado y hubieran seguido, yo no podía. Mas si cabe, cuando supe que me decía todo aquello con su abogada trabajando en el recurso para poder revertir mi absolución y que pudiera ser condenado por LIVG).
Para mi, esa fue la peor de todas. Porque además, fui a la policía a denunciarlo y ahí sufrí, de nuevo, el maltrato institucional: señor márchese a casa, si ella viene a su  casa escóndase, no atienda al teléfono ni a la puerta. Ponga una demanda de custodia y espere al juicio para poder ver a su hija. Si usted denuncia cualquier tipo de maltrato por parte de ella, la debemos llamar a ella a declarar, ella declarará que usted fue el que la maltrató y será usted el que acabe, de nuevo, en el calabozo.
Sentí un nivel de indefensión tal. Me sentí ciudadano de tercera (para que luego me llamen privilegiado por que a mi cromosoma X se le pegó un Y por el camino). Si su denuncia hubiera prosperado, ella podría haberse marchado del país sin problema. Sin patria potestad, no hay abducción parental. Hubiera vivido toda mi vida con antecedentes penales y con el peor antecedente de todos: haber sido un buen padre y no poder seguir ejerciéndolo.


Lo cuento hoy porque hace cinco años negaba las denuncias falsas, hace cinco años decía que todo era un invento del cuñadismo rancio de la derecha española. Sospechaba que había algo oscuro en esa ley, pero no a los niveles que he descubierto tras ser victima de ella. Porque la ley integral de violencia de genero puede convertirse en un arma para maltratar al hombre. No sólo un maltrato físico (yo no pude dormir en calabozo y pasó mucho tiempo hasta que recuperé el sueño con normalidad), sino psicológico (temblaba de pánico cada vez que llamaban a mi telefónillo y me quedaba en el suelo con los ojos llenos de lagrimas y mi cuerpo mutándose en flan; pasé meses sin conseguir levantar la mirada ante la gente, estrés y ansiedad cada vez que tenía que hablar o verla). Aparte del desastre a nivel económico que te supone la denuncia. Puesto que a ti, que te denuncian sin más prueba que el testimonio de tu pareja, el juicio te sale a pagar, puesto que el abogado es de oficio pero sólo es gratuito si eres mujer. Así que, además de todo lo citado anteriormente, te ves teniendo que pagar una deuda enorme (los abogado de familia no son baratos). Por lo que, en resumidas cuentas, eres una persona con la autoestima por los suelos, ansiedad, estrés, arrastrando un insomnio galopante y encima con la pesada carga económica que hace tambalear tu cuenta corriente.

Lo cuento porque si hace unos años, alguien me dice que voy a tener que ir a ver a mi hija con un móvil geolocalizandome, otro móvil grabando la conversación y una microcamara registrando toda la escena para evitar volver a pasar por un calabozo donde alguien eyacula a 40 centímetros de mi, les hubiera dicho: no me seas cuñado tío, las denuncias falsas son el 0,01 que lo dicen todos los medios......

PS: Lo cuento todo obviando datos, sin revelar quién soy y lo hago así porque aún a día de hoy tengo miedo. Miedo a su reacción, miedo de que si cuento lo que pasó, ella vuelva a denunciarme e intente que no vuelva a ver a mi hija; vivo con miedo a tener que volver a pasar una noche en uno de esos calabozos; a que cambien la ley y sin presunción de inocencia, su palabra baste para privarme de libertad y destroce mi vida y la de mi hija.

#Cuéntalo 

Comentarios

  1. Yo tuve más suerte... sin hijos y antes de que se aprobara la LIVG... el ahí te quedas, fue literal... yo me marché de su casa... ella estubo 2 meses acosándome...
    Cuando una mujer es capaz de intentar suicidarse porque vas a poner fin a la relación, como ella hizo... ¿por qué no va a ser capaz de poner una denuncia falsa?

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