Trincheras.
Trincheras. Vivimos en una España de trincheras.
Ya lo dijo en su día Machado: las dos Españas, donde una de ellas siempre ha de
helarte el corazón. Parece que en este país de blancos y negros no
hubiera lugar para los grises. Y no, no me refiero a la policía franquista que
represaliaba en los 60, ni tampoco hablo de la gente apática o negativa. Hablo
de buscas escalas de colores intermedios en este país monocromático.
Vemos que, recientemente, un partido que hasta
ahora no tenía ninguna presencia y que sólo logró sacar 46 mil votos en las
últimas generales, ahora ha multiplicado por 10 ese número de votos, sólo en
unas autonómicas de la única comunidad que al partido de las siglas comidas
(porque de las 4 solo siguen vigentes 2) le quedaba como feudo inexpugnable.
Ese partido, que no es más que otro apuntalamiento del
neoliberalismo, trae un discurso tan simplista como incendiario. Un
discurso que ya ha cosechado ciertas victorias globales como la de Trump o Bolsonaro.
Prometen custodia compartida y derogar la ley de
violencia de genero para cambiarla por una ley de violencia intrafamiliar que
defienda a la víctima sea cual sea su género. Es cierto que los medios esto
último lo omiten, pero la pregunta adecuada sería: ¿no hay otro partido
que se lo plantee? Hemos tenido que esperar que vengan los señoritos a
caballo con la alfombra verde puesta por los medios, para que se empiece a
hablar de estos temas y volver a caer de nuevo en las trincheras del blanco o
negro. Los unos les dicen que son unos misóginos que quieren desproteger a la
mujer maltratada y los otros dicen que ellos quieren salvar al hombre inocente
que vive el calvario de las denuncias falsas, del otro lado de la trinchera les
lanzan sus soldadas que con metralletas no paran de fusilar con la famosa
estadística del “0,01 de condenas por denuncias falsas” y la gente que les
cubre los flancos, cual ejercito de caminantes blancos sin pensamiento
propio, repiten la consigna. Mientras que Khalesi y sus dragones morados siguen
llorando porque la batalla por el Trono de la blanca y verde se les volvió a
escapar porque el pobre jornalero no pudo entender sus modernas referencias y
sus jocosos memes.
Parece que sólo hubiera dos discursos válidos.
Como ya pasará hace unos meses con la propuesta de ley de ciudadanos por la
custodia compartida que mal llamaron impuesta y eso hizo saltar a la otra
trinchera: “eso no se puede imponer, ha de ser consensuado”. En ambos casos
vemos las dos trincheras, las dos Españas. Y sin embargo, no intentamos
profundizar en los grises: si, la custodia debe ser de mutuo acuerdo pero…. Qué
hacemos con esa madre que no quiere la custodia compartida porque sería
renunciar a la vivienda y a parte de la pensión de alimentos o con ese padre
que no la quiere porque ve más cómodo que de los hijos se encargue ella.
Oímos en las calles el clamor de que la mujer
debe empoderarse, que la mujer quiere romper techos de cristal, que quiere
dejar su rol de cuidadora exclusiva, que hay que romper con la brecha salarial
(que es otra estadística cocinada que, simplemente, divide sueldos por género y
saca una media engañosa. Pues no sólo los hombres acceden a más puestos de
jerarquía (en su mayoría teniendo que renunciar a su vida familiar), sino que
también ocupan más puestos de riesgo (minería, estiba, ejercito, policía),
puestos con horarios nocturnos o eligen trabajos con remuneraciones más altas,
entre otras razones).
Pero señores, si no se legisla para la
conciliación familiar, si no se legisla a favor de una custodia compartida, las
mujeres jamás podrán dejar su rol de cuidadora. No podrán derribar el techo de
cristal. Querer la custodia exclusiva y luego quejarse porque no puedes tener
un trabajo a jornada completa o no tienes tiempo para ti, es como comer un
plato de curry picante porque se te antojó y luego venir a quejarte de la
acidez. Tenemos que concienciarnos de que esta no es una lucha de la mujer, es
una lucha de toda la sociedad. Estamos indefensos ante un capital que nos
obliga a un tren de vida donde para poder seguir en él, hay que echarle todo el
carbón del tiempo a la caldera. Y ese tiempo, es el que luego no podemos
invertir en los nuestros. Por eso no podemos lanzarnos granadas de una
trinchera a la otra. Debemos negociar, debemos ver los puntos en común.
Abandonar a los que lideran cada trinchera y juntarnos en el medio.
Ustedes quieren poder tener una vida laboral plena y nosotros poder cuidar de
nuestros hijos y debemos fijarnos en el resto de Europa: la custodia compartida
es elegida por los jueces en todos los casos en los que esta se puede llevar a
cabo (porque habrá muchos casos donde por horarios laborales no se pueda) y ya
hay estudios que han probado que esos menores que crecieron en una custodia
compartida, tienen mejores niveles de bienestar que los que vivieron en una
exclusiva. ¿Por qué, precisamente desde los partidos llamados
progresistas, se niega esto, que supondría un gran progreso a nivel social?
Estamos hablando del bienestar de las generaciones futuras. Generaciones que si
trabajamos para ello, puedan crecer sanos a todos los niveles.
Y no me vale que me lancen la proclama de:
estaríamos dando la custodia a un posible maltratador. ¿En serio? ¿En que se
basan esas estadísticas? Es, de nuevo, meterse en una trinchera para decir: el
hombre es malo por naturaleza, lo lleva en su ADN. Porque cuando te metes en
esa trinchera y lanzas esa bomba, nace una trinchera contraria que te grita:
pues tu eres una femi tal y tú también matas niños (en mayor proporción
estadística que ellos, por cierto) y maltratas a tu pareja. Y sin embargo,
sería más preciso decir que la violencia es inherente al ser humano y que
no tiene que ver con su sexo sino con la persona, su genética, su infancia,
etc. Es más lógico intentar investigar las causas de esa violencia que
resumirlo en un: nos matan por ser mujeres, que elimina toda causalidad y no
aporta soluciones al problema.
Lo mismo ocurre con el tema de la custodia.
Desde una trinchera dicen: ellos solo la quieren para ahorrarse una pensión, si
luego el niño no lo van a cuidar, si se desentendió de él toda la vida;
mientras desde la otra dirán: ella no me da la custodia porque quiere vivir de mí,
quiere la casa y la pensión…. Y de nuevo, cabría buscar una lógica más balanceada
y decir que los hijos se tienen en común y si se ha decidido tenerlos, es para
criarlos entre los dos, hacerse responsables ambos tanto de su crianza,
educación, como de proveerles de un techo y comida con el esfuerzo individual
del trabajo de cada uno. Es cierto que requiere de un mayor esfuerzo por parte
de ambos, que requiere de dialogo, madurez, asertividad, empatía. Es saber
seguir remando juntos en la madera de la paternidad aunque el Titanic de
vuestra relación haya chocado contra el iceberg del desamor. Pero, ¿no se
merecen los hijos ese esfuerzo y todo el que se pueda hacer? Tenemos leyes que
hay que cambiar y para ello, hay que consultar a los que directamente más les
afecta. No podemos dejar las leyes en manos de intereses partidistas. Porque al
final, las necesidades de una parte del pueblo se convierten en un simple nicho
de voto (el padre separado que busca la custodia compartida, el gay o lesbiana
que lucha por sus derechos, la mujer que busca una igualdad de derechos ante el
hombre, el obrero que lucha por unas condiciones dignas de trabajo). Enquistados
en nuestras trincheras no ganamos nada, gana el que organizó la guerra, el que
nos alistó en su trinchera.
La ley de custodia compartida es necesaria.
Pero sería papel mojado si no la acompaña una ley de conciliación familiar y
si, junto a ella, no viene una ley que modifique la actual ley de violencia de
género que, dejándolo en manos de la honestidad de la mujer, provee de un arma
certera que desarma toda opción de acceder a ella.
Porque no podemos negarlo, en España se
produjeron 166 mil denuncias en 2017, cuando sacan las cifras, casi nunca
aclaran que la mayoría de ellas acaban sobreseídas. Y, casualmente, nunca
ofrecen datos de cuántas de estas denuncias se interponen habiendo de por medio
una demanda de custodia o divorcio. No hay un solo medio que aclare cuantas
denuncias acaban en condena y cuantas son absueltas, como tampoco aclaran
nacionalidad de la víctima y victimario. Y no, no es por racismo. Es por la
necesidad de analizar cada dato y sobre todo porque no podemos negar que, si queremos
erradicar el machismo de este país, no podemos negar que la gente que viene de
ciertos países arrastra una cultura mucho más machista que la nuestra. Tampoco
leerán nada sobre que hay muchas más víctimas muertas en el ámbito rural
que en el ámbito urbano, ni que la media de edad de las victimas está en
torno a los 40 años. Nadie busca respuestas a la pregunta de por qué en 13 años
de ley las cifras de muertas no ha descendido (en 2006 fueron 70 y en 2015
fueron 60), si se supone que esta ley las protege. Y el problema es que,
volvemos a las trincheras: desde una nos dicen que las estamos matando y que es
un terrorismo machista y desde el otro casi que aseguran que toda denuncia que
se interpone y no acaba en condena es falsa. Desde la otra trinchera vuelven a
decir que: solo es un 0,01. Y así de una granada a otra solo falta que suene un
teléfono antiguo y desde el otro lado del auricular suene un: "¿Es el
enemigo?, que se ponga".
Parece que si dices que existen denuncias falsas,
estés negando que existen mujeres maltratadas, que mueren demasiadas mujeres a
manos de sus parejas (a pesar de que somos uno de los países con las tasas más
bajas de violencia entre parejas de todo el mundo y, no es una cifra que se
diga por "parece que os alegréis que nos maten aunque nos maten
menos", sino para poner las cosas en un entorno global y ver a que niveles
estamos y cuanto más podemos avanzar en reducir esas muertes), que existen
mujeres encerradas en sus casas que tienen miedo a denunciar o que, en muchos
casos, la mujer maltratada no es protegida como se debiera y no es así. Simplemente
queremos que se investiguen los casos de manera más pormenorizada; nos gustaría
que si hay una ley para defender a la mujer, no sea para atacar al hombre. Tampoco
podemos negar que no podemos bajar el listón de la violencia de género a una discusión
con improperios o a un portazo mal dado. Esos casos se han de denunciar, pero
se ha de intentar medir la levedad o gravedad del asunto y si el acto ha sido
un hecho aislado en una convivencia (quién no se ha peleado con su pareja) o es
un acto que se ha venido repitiendo en el tiempo. Porque si cada leve cosa
conlleva calabozo y juicio, vivimos en un país que judicializamos fácilmente cualquier
causa y esto lleva a llenar los juzgados con causas nimias, cargando de trabajo
a unos funcionarios que deberían estar para impartir la ley, no para arbitrar desavenencias
conyugales. Y si hubiera un equipo de psicólogos y mediadores que pudieran
actuar en las comisarías en esos casos y, evitar juicios y noches en calabozos
a personas inocentes, ayudaría mucho. Sobre todo cuando por medio hay un
proceso de separación con hijos o aunque no lo haya. Porque puede ser que una
discusión que en unas semanas se hubiera podido arreglar con una conversación
frente a un café, quede en un: “yo a esta no la vuelvo a hablar en la vida”. Algo
que resulta imposible si hay hijos de por medio y que, dificulta las
posibilidades de diálogo y entendimiento (es necesario perdonar, pero no lo debemos
olvidar). Pedimos precisamente que los medios invertidos, sirvan para dotar de
un personal que ayude a desatrancar los juzgados y los calabozos de cientos de
casos donde no era necesario llegar a ese extremo o que, simplemente, no se
debieron realizar. Porque no olvidemos que muchas veces hay razones suficientes
para pensar que la mujer ha usado la ley de manera instrumental y sin razón
ninguna, pero por falta de medios físicos y económicos, no se puede investigar.
Todo ello ayudaría a que los cuerpos de policía especializados en ello y los
juzgados de violencia familiar (porque no deberían llamarse de género)
estuvieran trabajando en los casos realmente necesarios y que ayudarían a salir
de esas pesadillas a muchas mujeres que no pueden o no saben salir solas de
ellas.
En el ámbito de la custodia es lo mismo. Que pidamos
la custodia compartida, no significa que no entendamos que hay muchas mujeres
cuya situación tras el divorcio es difícil y el tener la custodia exclusiva les
da ciertas prebendas (ayudas de becas,
vivienda, pensión compensatoria) que necesitan para llevar una vida digna. Entendemos
que si ella no tiene trabajo o su trabajo no está lo suficientemente pagado
para poder llegar a fin de mes hay que encontrar soluciones. Pero las
soluciones han de venir de parte de las instituciones, no de parte del padre. Porque
no olvidemos que la pareja si se ha acabado. Tú ya no tienes por qué ayudarla a
ella, tienes que hacerlo a tus hijos. Y precisamente lo que se desea es que
esos hijos vivan lo mejor posible. ¿Qué pasa con el tema vivienda, manutención etc.?
Lo más lógico sería que cada padre sustentara
a los hijos durante el tiempo que están con ellos. En caso de que pasaran más
tiempo con uno que con otro, por motivos de horario, si veo lógico que si él
gana más, ella reciba una compensación para los gastos básicos. Pero realmente,
si lucháramos juntos para una ley de conciliación, si intentáramos que
existieran leyes que ayudasen con el tema vivienda y empleo al cónyuge separado
que lo necesite (sea mujer en la mayoría de los casos u hombre), encontraríamos
que las relaciones futuras serían mucho mejores. Porque en muchos casos, vemos
a padres que han regresado a casa de sus padres, deben seguir pagando una
hipoteca, pagan una buena parte de su sueldo en manutención y luego tienen a los
hijos cuatro ratos. Al final es seguir repitiendo el esquema machista de siglos
pasados: papa trabaja y trae dinero a casa, mama se queda en casa y cuida de la
prole. El cazador recolector y la cuidadora…. No pretendamos gritar que queremos pintar con impresoras 3D
si seguimos en la cueva esbozando bisontes.
Para que la mujer pueda tener una vida plena,
necesita de tiempo y dinero. Y para que el padre pueda tenerla, necesita de
tiempo y, en su caso, también de disponer de su propio dinero (porque lo gana
con su esfuerzo). Y créanme. Ese padre de 40 años que trabaja de sol a sol y
vuelve a casa de su madre a las 8 y se sienta en el sofá a ver la tele con sus
padres porque no tiene ni para una cerveza, esa persona es tan esclava como la
madre que tampoco puede salir a tomarse un café con las amigas porque al salir
de su trabajo a media jornada debe recoger al niño de karate y llevar a la niña
al dentista.
Sé que lo que planteo resulta utópico. Pero si
realmente salimos de la trinchera a luchar por lo que nos une en lugar de
seguir en ella peleando por lo que nos separa, podremos estar sembrando la
semilla para que nuestros hijos crezcan en un lugar mejor.
Aprendamos a saber dónde están nuestros
verdaderos enemigos.
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